VOLODIA, CULTO Y TODO UN SEÑOR

 

VOLODIA, CULTO Y TODO UN SEÑOR

Lillian Calm escribe: “Por mero contraste releí una entrevista que le hice illo tempore a otro comunista: el entonces senador Volodia Teitelboim (1916-2008), emblema del partido. ¡Qué diferencia! Era realmente culto, a pesar de que uno podía disentir de su pensamiento”.

Qué aburridas y monolíticas resultan las declaraciones de los comunistas. Hasta ellos parecen haber decaído en nuestro ya tan alicaído país: ese partido rojo sigue siendo rojo (no nos equivoquemos), pero hoy luce hasta grisáceo. Grises sus líderes, grises sus contiendas internas, gris su XXVII Congreso del Partido, que acaba de terminar.

Lo único que se salió de tono, a mi parecer, son las reminiscencias del estallido. No sé si entendí bien, pero su anacrónico mandamás destacó que  el desafío es volver a los movimientos sociales para organizar el descontento social hacia un proyecto de profundos cambios sociales (ni la redacción lo acompañó).
Por mero contraste releí una entrevista que le hice illo tempore a otro comunista: el entonces senador Volodia Teitelboim (1916-2008), emblema del partido. ¡Qué diferencia! Era realmente culto, a pesar de que uno podía disentir de su pensamiento. 

Es interesante recordarlo entre este maremagnum de pequeñas figurillas, militantes sin mayor relevancia que pasarán sin pena ni gloria. Abogado, parlamentario y escritor, recibió el Premio Nacional de Literatura en 2002.

La suya, nunca me lo imaginé, fue una entrevista agradabilísima. Todo un señor. Culto, muy culto, a ratos yo debía recordar que estaba entrevistando a un senador del Partido Comunista que, más encima, entre libros y poesía me hablaba de Fidel Castro y también de la Unidad Popular.

Era escritor y político, pero también abogado. Un abogado que siguió Leyes…

-…por equivocación, por indolencia y también porque pensé que la carrera me exigiría muy poco estudio, me permitiría trabajar para ganarme la vida, me dejaría tiempo para escribir poesía y para actuar en la Juventud Comunista.

Aunque su padre era un lector voraz declaraba no tener antecedentes literarios en su familia. Más bien, no tenía antecedentes:

-No tenemos historia familiar. Yo solo conozco a mis padres y punto.

Autor de novelas como Hijo del salitre y La semilla en la Arena, y de los ensayos El amanecer del capitalismo y la Conquista de América, y Hombre y Hombre (Premio Municipal 1970), me llegó a decir que su vocación por las letras era tan real e irresistible que le hacía padecer las abstinencias literarias a que a menudo me obliga la política.

-Esta vocación nace por una especie de llamada que viene con uno al mundo, un tanto misteriosa y oscura en cuanto a su origen pero que se expresa por una pasión del libro y por un afán muy precoz de comunicación con el mundo, a través de la palabra escrita, para decir nuestras visiones y anhelos.

-Y, ¿por qué es político?

-Soy político por deber moral pues estimo que en un mundo que no está hecho a la medida del hombre, en una sociedad donde el lujo de unos  pocos se paga con la pobreza y frustración de los más, tenemos que hacer todo lo posible por cambiar las reglas del juego y para hacer que la vida sea un posibilidad abierta para todos. Por lo tanto, para mí la política es por sobre todo una actitud ética que no puede asumirse sino con entrega y desinterés personal: es algo que los cristianos llaman apostolado.

Se definía como un hombre común y corriente, con inclinación literaria y convicción política. Y para él su defecto y virtud eran lo mismo: cierta inclinación a considerar, en primera instancia, bueno a todo el mundo.

Y entramos en política. Primero saltó el tema Cuba:-La revolución cubana es una democracia mucho más genuina que la de la mayoría de los países latinoamericanos, porque democracia es el gobierno del pueblo y no otra cosa, y allí he visto a Fidel Castro (conversó veinte horas con él) sostener constantemente diálogos y discusiones, sobre los más diversos problemas, con el vaquero en el Centro Inseminador de Niña Bonita; con muchachas adolescentes, estudiantes del Internado de la Base Platanera; con ministros suyos, dándoles opiniones diferentes y antagónicas. Eso nunca lo he visto yo en un Presidente de Chile. Y ni qué decir en un gorila brasileño o argentino. 

En esa respuesta emergía el comunista de tomo y lomo. Faltaban días para la elección en que se midieron Alessandri, Allende y Tomic. (La entrevista se publicó en agosto de 1970).

Prosiguió: -Fidel Castro ha encabezado en Cuba el más grande salto en la historia de cualquier país de nuestro continente, que le ha dado a cada cubano una vida nueva.

-Usted está en desacuerdo con una discusión extranjerizante y opina que la campaña electoral debe centrarse en problemas nacionales. No obstante, la Unidad Popular tiene como modelo la revolución cubana que tan ardorosamente ha defendido en estos últimos días. Si asume el poder, ¿cómo podrá la Unidad Popular garantizar la realización de elecciones periódicas, secretas y libres, si en Cuba, su modelo de revolución, no se ha realizado jamás una elección?

Y aquí me respondió el político, pero también el literato:

-Sentimos repugnancia infinita por los plagiarios de almas, por los copistas irremediables, por los imitadores sin personalidad y sin imaginación que solo conciben para Chile burdos remedos de experiencias extranjeras. Esta es la derecha. Nuestra concepción es original, chilena hasta la médula. El programa de la Unidad Popular deriva de su historia, de los problemas de nuestra Patria, de la tradición obrera, de la rebeldía estudiantil, del pensamiento de nuestros mejores intelectuales. Por lo tanto la Unidad Popular no copia a nadie y tiene una sola ley que es su programa. En ese programa se contempla no un régimen de partido único gubernamental, como el que impera hoy en Chile bajo la Democracia Cristiana, sino un sistema pluripartidista, democrático, que se genera por elecciones libres con sufragio secreto extendido también a los analfabetos, y a las clases y tropas de las Fuerzas Armadas.

Me llamaban la atención, a pesar del contenido de sus palabras, su vocabulario, su sintaxis, su cultura, sobre todo comparada con la de otros correligionarios suyos de entonces y de ahora.

Y me siguió hablando de Fidel. Claro. Porque no olvidemos que era lo suyo:

-El mismo Fidel Castro lo ha dicho y estoy de acuerdo con él: Todas las revoluciones serán distintas y cada país la hará conforme a su genio nacional, a su trayectoria, según su estilo. Se dice que el estilo es el hombre. El estilo de cada revolución es el estilo de cada nación, de cada país, de cada pueblo, y por lo tanto la Unidad Popular es una creación autónoma y autóctona que vive, por cierto, dentro de leyes universales de economía y de interrelación de países y continentes, pero asumiendo siempre un perfil propio.

También hablamos de otros temas. De los tupamaros, del MIR…

No quiso que yo dejara su oficina del Senado, del solemne edificio del Senado que junto a la Cámara de Diputados tenía entonces su sede en Santiago, sin antes dedicarme uno de sus libros: Hombre y hombre. Todavía está en mi librero, ahí, desde hace más de cincuenta años, aunque confieso que aún no empiezo a leerlo.

En todo caso salí con la firme convicción de que a pesar de disentir de todo su pensamiento y, por supuesto, de muchas de sus acciones, yo ese día había entrevistado a un hombre culto.

 

Lillian Calm

Periodista

16-01-2025

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

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