FRAY FRANCISCO VALDÉS, PIONERO DE LA MEDIACIÓN PAPAL

 

FRAY FRANCISCO VALDÉS, PIONERO

DE LA MEDIACIÓN PAPAL

Lillian Calm escribe: “Existen cartas decisivas sobre el tema. Se encuentran publicadas en la biografía titulada Fray Francisco Valdés Subercaseaux, misionero de la Araucanía y primer obispo de Osorno, que escribió su propia hermana Margarita (casada con el Premio Nacional de Música -de Arte, se especificaba entonces-, Alfonso Letelier). El prelado envió esas cartas a autoridades de la época, exhortándolas a mantener la paz entre Chile y Argentina”. 

Hace ya una década el Papa Francisco declaró  venerable a Fray Francisco Valdés, pero no es de su proceso de beatificación (escalón previo a la canonización) a lo que quiero referirme ahora, sino a su visión para sopesar, y  antes que muchos, lo que podía significar una mediación papal en un eventual tratado de paz entre Chile y Argentina. Incluso lo intuyó antes de que fueran elegidos Juan Pablo I y Juan Pablo II.

Existen cartas decisivas sobre el tema. Se encuentran publicadas en la biografía titulada Fray Francisco Valdés Subercaseaux, misionero de la Araucanía y primer obispo de Osorno, que escribió su propia hermana Margarita (casada con el Premio Nacional de Música –de Arte, se especificaba entonces-, Alfonso Letelier).

El prelado envió esas cartas a autoridades de la época, exhortándolas a mantener la paz entre Chile y Argentina. 

Como ya señalé, no me referiré esta vez a Fray Francisco, sino a sus cartas. No escribiré de su vocación misionera: su trabajo  junto a mapuches, que tanto lo quisieron; sus años como párroco de Pucón; su episcopado en Osorno; el hospital San Francisco o el monasterio de las Clarisas contemplativas, capillas y tantas escuelas, como aquella en que él mismo enseñaba filosofía, y a sus muchas obras a las que me he referido en columnas anteriores.

Me centraré en esa correspondencia que dirigió a las autoridades de ambos países. Solo alguien con una visión muy preclara podía vislumbrar en su magnitud, y con tanta antelación, la gravedad de la situación que se estaba produciendo entre los dos países, y cuál era la única salida posible.

Monseñor Valdés inició esa correspondencia a autoridades chilenas y argentinas cuando aún vivía Pablo VI. Reproduzco algunos de sus párrafos:

 

Osorno, 27 de junio de 1978 

Mi general y Presidente (carta a Augusto Pinochet), no necesito decirle que la hora que vivimos es grave para Chile (…) Acabo de pasar cinco días en la Patagonia argentina. Allí el enfrentamiento se considera inevitable. Se lo prepara.

Ninguna de las dos naciones quiere la guerra. Los gobiernos lo saben, son responsables, y sólo ellos pueden evitar un incendio que solo acarrea muerte y miseria, vergüenza para ambos, sin gloria para nadie.

La solución directa del conflicto limítrofe, al parecer, no lleva camino de solución, ni próximo ni remoto. Los intereses son atizados por fuerzas contrarias a la paz.

Se acaba de abrir otro camino y no puedo sino sugerírselo en orden a la solución ansiada.

Pablo VI es la persona más prestigiada hoy en el mundo, por moros y cristianos. Acaba de enviar un nuevo mensaje a las Naciones Unidas sobre la estrategia del desarme mundial y los caminos de la paz, urgente, exhaustivo, magnánimo, alentador.

“Por primera vez él ofrece los servicios de la Santa Sede para solucionar conflictos entre naciones, siempre que ambas hagan apelación de mutuo acuerdo.

Su Excelencia es la persona indicada para proponer esta solución: solicitar la mediación de la Santa Sede Apostólica. Su colega argentino en ningún caso puede negarse, sobre todo si Ud. lo invita públicamente. Él es católico, amante del Papa (…) “Pido a Dios y hago votos por la conjuración de éste y de todos los peligros, y la solución del conflicto limítrofe que nos aqueja.

Con toda atención y lealtad, S.S.

F. Francisco Valdés Subercaseaux.

 

El 6 de julio Pinochet en su respuesta le señala que puede tener la más absoluta certeza de que se arbitrarán todas las medidas necesarias para evitar un conflicto y llegar a un entendimiento”, y también le agradece “su preocupación y su ayuda. 

Ese año es el de tres pontífices. Han muerto Pablo VI y Juan Pablo I, y ya gobierna la Iglesia Juan Pablo II cuando el padre Pancho, como lo llamaban sus cercanos, le escribe al entonces embajador de Chile en Argentina, Sergio Onofre Jarpa, y le pide haga llegar al mandatario argentino la carta que me he atrevido a dirigir a ambos presidentes. 

Jarpa le responde luego para señalarle que su carta fue entregada oportunamente al mandatario trasandino, general Jorge Rafael Videla. Le puntualiza: Me uno a Su Eminencia haciendo votos para que se cumpla el mensaje de paz que nos dejara el recientemente fallecido Papa Juan Pablo I. 

En esa carta a ambos presidentes, Pinochet y Videla, monseñor Francisco Valdés les recuerda que ellos tienen la primera responsabilidad.

 Y anota: Ambos pueblos quieren la paz, abominan la guerra, cuya idea misma les repugna (…) Hemos recibido como testimonio del inolvidable Pontífice Juan Pablo I una carta autógrafa a ambos episcopados, conocida hoy por el mundo entero, transformado en espectador del absurdo proceso de preparación bélica que se está desarrollando. El documento pontificio nos estimula a una decidida acción pastoral en la promoción de la paz (…) La solución está en las manos de los jefes máximos, de ambos Presidentes: unirse y unir el destino de ambos pueblos, evocando solemnemente la mediación del Santo Padre Juan Pablo II, Vicario de Cristo.

 

Clarísimo…
 
Lillian Calm

Periodista

12-12-2024

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

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