VENEZUELA ME HACE REVIVIR PALABRAS DE LUIS CORVALAN

 

VENEZUELA ME HACE REVIVIR

PALABRAS DE LUIS CORVALAN

 

 

Lillian Calm escribe: “Difícil le ha resultado a don Lautaro enfrentar a los periodistas en estos días… y no tanto por culpa suya, sino más bien de Maduro y de Boric.

Entrevisté a Luis Corvalán Lepe cuando Salvador Allende acababa de asumir la presidencia de Chile. Él  llevaba más de tres décadas en lo que llamaba la lucha política y solo once años como secretario general del Partido Comunista, cargo o estatus, aún no podía saberlo, en que también permanecería otras tres décadas. Lo fue desde 1958 a 1990”.

¡Qué personaje! Hacía tiempo que no me detenía a repensar en quien marcó toda una época de la historia del comunismo en Chile. Pero un hijo suyo del mismo nombre salió a relucir hace poco en una de tantas noticias y recordé, de inmediato, una entrevista que le hice al padre en el Congreso Nacional (entonces la única sede del Poder Legislativo estaba en Santiago).

Eran los tiempos en que él era el sempiterno secretario general de su colectividad (me parece que no existía la nomenclatura presidente), y no me cuesta adivinar que su manejo y sus declaraciones tenían más peso de las que hoy pueden tener las de Lautaro Carmona. Difícil le ha resultado a don Lautaro enfrentar a los periodistas en estos días… y no tanto por culpa suya, sino más bien de Maduro y de Boric.

Entrevisté a Luis Corvalán Lepe cuando Salvador Allende acababa de asumir la presidencia de Chile. Él  llevaba más de tres décadas en lo que llamaba la lucha política y solo once años como secretario general del Partido Comunista, cargo o estatus, aún no podía saberlo, en que también permanecería otras tres décadas. Lo fue desde 1958 a 1990.

Prohombre comunista, más tarde se asilaría en la Unión Soviética y sería distinguido con las Órdenes de Karl Marx, de Lenin y de la Revolución de Octubre, y obtendría el Premio Lenin de la Paz.

En 1973 fue detenido y encarcelado, pero ya lo había sido en 1947 cuando su colectividad fue proscrita y él llevado a los campos de concentración de Pitrufquén y Pisagua. No hay que olvidar que su caso sería muy particular: Chile y la Unión Soviética acordarían canjearlo, a fines de 1976, por el disidente soviético Vladimir Bukovski, en Zurich.

En los años de mi entrevista, Luis Corvalán era sin duda entre los comunistas uno de los más partidarios de la Unidad Popular, contrariamente a quienes buscaban el poder por la vía violenta. Llegué a su oficina del Senado, conversamos, pero supe cómo iba respondiendo a mis preguntas solo cuando regresé al diario y eché a andar la grabadora. No me pude concentrar durante toda la entrevista y ello se debió a una circunstancia que jamás me había ocurrido con entrevistado alguno y, de hecho, nunca me ocurriría en mi vida profesional.

Cada cierto rato, entre pregunta y pregunta, carraspeaba y luego escupía en un escupitín de bronce (sí, así se llamaban), situado en el suelo de su alfombrada oficina.

Aún, cuando recuerdo a Corvalán, se me viene a la cabeza el  escupitín.

En esos días comenzaba una etapa particularísima: después de muchos años había dejado de ser oposición, pues su partido y el socialista se habían convertido en pilares de la Unidad Popular y, en consecuencia, del Gobierno de Chile. Por eso le pregunté:

-¿En qué difieren estos partidos, hoy ejes de la labor gubernativa?

-Entre comunistas y socialistas existen, ciertamente, diferencias. De otro modo no se explicaría que fuésemos dos partidos y no uno solo. Esas diferencias tienen que ver con la formación ideológica, con la composición social y con asuntos tácticos, por momentos, pero…

-¿Cuáles, por ejemplo?

-… pero no vale la pena entrar en detalles, especificaciones y cosas por el estilo. El momento que vive el país, las responsabilidades que hemos asumido, imponen el deber, no de remarcar las diferencias, sino las afinidades. Y estas son mayores y superiores. Lo prueba el hecho de que comunistas y socialistas marchemos juntos a lo largo de casi quince años. Ninguna diferencia ha podido romper este entendimiento, y yo espero que en la lucha por el cumplimiento del programa de la Unidad Popular, marchemos cada vez más unidos.

No estábamos solos en la oficina. En una mesa escribía su secretario, que de tanto en tanto nos observaba. Corvalán se paseaba. En un momento de la entrevista me dijo que no quería que sus palabras se tomaran como una expresión favorable al mantenimiento del “orden burgués”:

-Este orden debe cambiar y la lucha por su cambio llevará aparejado un enfrentamiento constante contra las fuerzas reaccionarias.

La conversación se desvió hacia el papel del Partido Comunista en el gobierno de Salvador Allende. Los ministerios de  Hacienda, trabajo y Obras Públicas estaban en manos de disciplinados militantes, y Economía de un simpatizante: Pedro Vuskovic. Continué:

-¿El Partido Comunista pidió o se le adjudicó el control total de la gestión económica?

-El Partido Comunista ha asumido el máximo de responsabilidades que era posible de acuerdo con la actual correlación de fuerzas que existen en nuestro país. No hemos ido al Gobierno en busca de posiciones cómodas sino a colaborar, como el que más, en cargos de mucha responsabilidad y hasta conflictivos. Creemos que esta era nuestra obligación…

Y siguió:

-En el Gobierno el Partido Comunistas luchará junto con los demás partidos y con el  Presidente Allende por el cumplimiento del programa y por la realización  de aquellas metas programáticas que de común acuerdo se vayan determinando. No tiene el afán de imponer dentro del Gobierno puntos de vista particulares, sino el de contribuir a realizar los objetivos prácticos comunes a toda la Unidad Popular.

En esos días estaba en Chile el político y economista cubano Carlos Rafael Rodríguez, quien había sostenido que la experiencia chilena era única y no válida para ningún otro país de América.

Le pregunté al senador Luis Corvalán si concordaba con ese juicio:

-Estoy de acuerdo en que la experiencia chilena es única por ahora en cuanto al camino de acceso del pueblo al Gobierno. No sé si podrá o no repetirse en este sentido en otro país del continente.

Luego concluyó con una frase algo alambicada:

-Yo diría que es difícil, pero tanto como afirmar que es imposible me parecería de mi parte que podría correr el riesgo de ser desmentido por la realidad. Tengo entendido que el político y economista cubano Carlos Rafael Rodríguez no sostuvo tan enfáticamente que esta experiencia no tendría validez en otro país de América, sino que lo ocurrido en Chile no significa que el camino armado deje de tener vigencia en otros escenarios latinoamericanos. Y en esto yo estoy de acuerdo con él, agregando que en todo caso esta es una cuestión sobre la cual deciden los pueblos de cada país.

 

Ha transcurrido medio siglo y hoy no puedo dejar de enlazar sus palabras con el devenir de Venezuela.

 

Lillian Calm

Periodista

29-08-2024

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

Entradas populares de este blog

LA ZAGA DE NILAHUE… Y TAMBIÉN DE LOS BARAONA

EL “HIPERCONECTADOS” DE UN HIPERCONECTADO

NO TODOS SOMOS LITERATOS