UN ZAS Y NADA, PERO NADA MÁS

 

UN ZAS Y NADA,

PERO NADA MÁS

 

 

Lillian Calm escribe: “Vivimos en esa selva en que se ha convertido nuestra experiencia cotidiana. Estos medios de transporte -bicicletas, scooters, simples monopatines- significan grandes beneficios para tantos... pero, ¿es necesario que todos sus usuarios -o casi todos, me corrijo- sean mal educados o furiosos?”.

Leo, oigo, veo, observo diatribas contra los scooters y esas bicicletas que casi siempre desafiantes se desplazan por las veredas y, si en la calle ( calzada, para ser más exactos), contra el tránsito. Se escribe sobre el tema, se fotografía el tema, se discute el tema y se olvida el tema, hasta que (con un intervalo de heridos e incluso muertes) vuelve a discutirse.

Pero de sacarse algo en limpio, no se saca absolutamente nada.

Hojeando y ojeando el diario La Nación de Buenos Aires, en un ejemplar de hace casi una década, recorté una columna cuyo título me interpretó como pocos:  Ciclistas maleducados. Su autor: Pablo Tomino, de larga trayectoria en ese medio.

Si bien el texto está inspirado en Buenos Aires es válido para  Santiago y otras ciudades:  Ciclistas maleducados (así, todo junto). No desconozco que haya ciclistas y ciclistas, pero por Dios que cuesta toparse con los educados.

Comenta ese columnista que prepotentes, han logrado adoptar en las veredas idéntica actitud de algunos colectiveros con mal genio, de automovilistas bravucones y de osados motociclistas que corren contra el tiempo en una ciudad cuyas normas viales se quebrantan con puntualidad inglesa.

Y como en un símil con el caso chileno, como si viviera en Santiago, se queja:

Buenos Aires aportó en los últimos años una infraestructura generosa para encarrilar a los ciclistas: 200 kilómetros de vías exclusivas. Pero endeble fue el intento del Gobierno de acompañar este crecimiento explosivo desde 2010 hasta hoy: no existen controles ni multas para los más imprudentes, medidas que estaban contempladas en una primera etapa, pero que en la práctica resultó de difícil cumplimiento. Y se desecharon.

Para él nadie hablaría de sanciones, si cada uno de los actores de una sociedad cumpliera las normas básicas de buena convivencia (...) Algunos ciclistas se imponen ante los caminantes, gritan o insultan si un distraído se interpone en su camino, transitan a contramano y no conocen el significado del  rojo  del semáforo.

¿No describe, magistralmente, lo que sucede también en el país vecino al suyo?¿No es esto vivir en el día a día chileno? Sigo para enfatizar las similitudes:

En una ciudad embebida en el tránsito caótico, muchos de los que se suben a las bicicletas se han mimetizado con las circunstancias: se imponen ante los caminantes, gritan o insultan si un distraído se interpone en su camino, transitan a contramano y no conocen el significado del  rojo...

Vivimos en esa selva en que se ha convertido nuestra experiencia cotidiana. Estos medios de transporte -bicicletas, scooters, simples monopatines- significan grandes beneficios para tantos... pero, ¿es necesario que todos sus usuarios -o casi todos, me corrijo- sean mal educados o furiosos?

Furiosos como los que incluso se auto denominan de esa laya y paralizan el tránsito cuando se les frunce. Los conocemos bien: son los mismos que tantas veces, en grupo porque no se atreven a hacerlo de a uno, cierran el paso de transeúntes y vehículos, y procuran producir terror.

El problema es que otros, incluso quizás son los más, sin pertenecer a ese colectivo furioso son simplemente maleducados, como los denomina el periodista argentino. Y el peatón solo se percata de un  Zas cuando ya han pasado inadvertidamente por el lado, casi rozándolo. Entonces, helado, observa que ciclista y bicicleta ya van a cuadras de distancia.

No es esta mi primera columna sobre el tema. Hace unos tres años escribí una titulada simplemente Zas (sonido que se percibe cuando pasa por el lado una bicicleta o un s cooter que por poco nos mata).

Uno de mis gatos (y aquí incluyo mi cuota de surrealismo) me miró un día  profundamente, con sus ojos azules, y me hizo una pregunta casi trascendente: ¿por qué nosotros, los gatos, tenemos que andar patentados, con un chip en el lomo, y las bicicletas y los monopatines y los scooters, que hacen zamba canuta por las calles, ni siquiera tienen patentes para identificarse?

Para contestarle, espero tener la respuesta.

  

 

Lillian Calm

Periodista

08-08-2024

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

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