Resulta fácil comprobar que ni siquiera el caso Jadue, ni el mega operativo anti-delincuencia, ni peor aún una vez más el asesinato de un carabinero o la irrupción del Partido Comunista en la testera de la Cámara de Diputados, han logrado silenciar el tema.
Así sesudos connacionales han procurado desentrañar esa única frase presidencial, con el mismo ahínco como si del oráculo de Delfos se tratara: más Narbona, menos Craig. ¿Cuántas horas-hombre se han destinado, como asimismo espacios en prensa, radio, televisión y redes sociales, solo a adivinar el acertijo?
¿Qué quiso decir el mandatario?
¿Cuántas teorías se han tejido al respecto? Una está clara: un proyectil presidencial lanzado contra el empresariado, pero eso sí disfrazado y quizás destinado a ser lanzado, por su autor, para el bien de la nación (y, en parte, de la humanidad).
Por eso fue la ministra del Interior, Carolina Tohá, quien en su momento tuvo que terciar, ya que la Vallejo no quiso o no pudo: Boric se habría referido a los hermanos y también empresarios Andrónico Luksic Craig y Jean-Paul Luksic Fontbona, pero se habría traspapelado.
Debido a eso, quizás, cuando tras un inexplicable silencio de días el mandatario decidió volver a hablar, se le planteó el dilema de marras. ¿Qué había querido decir?
La respuesta fue más sorprendente aún, sobre todo por proceder de la voz más autorizada de la nación:
“Mucho tiempo de esa polémica (…) Estoy preocupado de cosas más importantes en este momento".
Totalmente de acuerdo. Hay cosas más importantes en este momento. Demasiadas. Pero, ¿y ese dardo aparentemente lanzado contra el empresariado? O, ¿no tan aparentemente? Hay frases que no prescriben, menos si quien las pronuncia es el Presidente de la República.
La verdad es que Fontbona nada tiene que ver con Narbona. Y si hubiera querido recurrir a un lenguaje críptico, quienes no estaban en el secreto no habrían logrado adivinarlo. Era difícil lograr entender la alusión del mandatario a la soberbia paternalista (si es que de eso se tratara).
Frases crípticas ya hay demasiadas. Nos llegan desde la Antigüedad y por eso resulta inútil o, más bien, redundante inventar otras nuevas. Y, a veces, más que en nuevas sentencias para hacer pensar, estas máximas contemporáneas se convierten en meros faux pas, es decir, pasos en falsos.
Quizás lo mejor, en estos tiempos, sea cuidar las metáforas, aunque tengamos cierta inclinación innata por las letras y la métrica. Asimismo, es imperioso que el gabinete se dedique a lo suyo y no a desentrañar gaffes presidenciales.
Yo tampoco entendí la frase. Todavía no la entiendo, aunque transcurren las semanas y los acontecimientos. Pero he dormido tranquila. Ni siquiera, como muchos otros, repasé a todos los Narbona y los Fontbona de la web. Pero en cambio releí a Ionesco, gran exponente del absurdo. Precisamente, su obra La cantante calva.
Corroboré de inmediato que el mandatario tiene alma de poeta y la frase de marras brotó de esa alma literaria. Ionesco, Eugène, también nació con esa alma literaria.
Recuerdo al escritor en Chile. Vino junto a una compañía francesa a presentar escasas funciones de Las sillas, si no me falla la memoria en el gran escenario del Teatro Municipal de Santiago. Al bajar el telón, autor y actores recibieron interminables aplausos del público. Pero reconozco que, al menos para mí, su obra maestra es La Cantante Calva, que se sigue presentando en importantes plazas del mundo.
Y su tema es muy similar a la incógnita Narbona-Fontbona. Como observan connotados críticos literarios (y menos connotados, pero simples espectadores), la obra puede considerarse como una tragedia del lenguaje en la que los diálogos se fragmentan tanto, que en la última escena llegan a ser sílabas sueltas carentes de sentido. El tema principal consiste en la comunicación incorrecta como fuente de los problemas entre las personas.
En suma, la idea central es la misma: sílabas sueltas carentes de sentido. Comunicación incorrecta.
Lillian Calm
Periodista
18-04-2024
BLOG: www.lilliancalm.com