Curiosa la muerte de Alexéi Anatólievich Navalni. Curiosa porque las desapariciones en Rusia casi siempre tienen sus prolegómenos. No solían ser tan súbitas y Navalni, de acuerdo al libreto –indicios sugieren una planificación de antemano-, salió a caminar y … ¡zas!, se sintió mal y murió al regresar.
El mayor archi enemigo de Vladimir Putin -le quedarán otros, aunque de menor visibilidad- había sido trasladado en diciembre a una cárcel situada en el Círculo Polar Ártico. Y no se supo más de él. O casi nada.
Estoy ante un tema que me desasosiega: las muertes de connotación política en Rusia. Un capítulo de la segunda tanda de The Crown (no vi muchos más) muestra una de las más dramáticas escenas de la historia: el asesinato de la familia Romanov. Uno por uno, a sangre fría, sin importar ni siquiera la edad. Qué duro suele ser morir en Rusia.
Lo que más me inquieta de la muerte de Navalni es que ha sido sin partes previos, a diferencia de lo que sucedía en la Rusia soviética. Entonces existía la política de los boletines médicos. Llegué a pensar que los médicos de los jerarcas rusos tenían un muy mal diagnóstico… o que uno de los requisitos para asumir como número uno de la URSS era tener una salud quebrantada.
Así, los boletines médicos soviéticos oscilaban desde un simple resfrío hasta las puertas mismas de la muerte. Aunque no fueran de una exactitud rigurosa, las alzas o bajas de temperatura, de presión, de glicemia y de tantos otros indicadores parecían agitar desde el Kremlin los pasos del ya avanzado siglo XX.
Repasemos solo a tres máximos gobernantes de la URSS y, por consiguiente, también líderes del Partido Comunista:
Leonid Brezhnev (1964-1982) desaparecía y aparecía en público: un día era cáncer, al siguiente Parkinson y así distintos otros males reales o supuestos. Esto llegó a tanto que cuando se produjo el desenlace final, Indro Montanelli, director del Giornale Nuovo, de Milán, escribió: Durante años se vivió entre alarmas y desmentidos Hasta tal punto que cuando el corresponsal en Moscú, Edmund Stevens, que fue el único que lo supo inmediatamente, dio la noticia de la muerte de Brezhnev al periódico, su director -que soy yo- la publicó con un signo de interrogación, que era suficiente para echar a perder el llamado golpe o primicia informativa. Paciencia. Son cosas que les pasan incluso a los periodistas de más larga experiencia, como creo serlo (sic).
Yuri Andropov, sucesor del anterior, gobernó desde fines de 1982… hasta quince meses después, cuando murió en el Hospital Clínico Central de Moscú. Tanto como gobernante como paciente fue polifacético. Sufrió dolencias al corazón (difundidas por trascendidos o boletines), afecciones renales y pancreáticas, como también trastornos en la sangre.
Konstantin Chernenko lo sucedió en el Kremlin, pero murió en 1985 también por serios problemas de salud, esta vez pulmonares. Se originaron sucesivos boletines médicos.
Podría seguir, pero prefiero regresar al presente.
La Unión Soviética ya no existe. Ahora Vladimir Putin, ex agente de inteligencia, líder de facto del partido político Rusia Unida, se ha convertido en presidente de la Federación de Rusia, cargo que ocupa desde 2012.
Hace apenas seis meses se informó de la muerte de su cocinero (o chef) en un accidente aéreo (23 de agosto de 2023): Yevgeny Prigazhin era el fundador del Grupo Wagner de mercenarios militares, que entraron en Ucrania y luego amenazaron el mismísimo Kremlin.
La más reciente muerte repentina se produjo el viernes pasado: la del máximo opositor de Vladimir Putin. Casado con Yulia (de bajo perfil, pero hoy catapultada como la primera dama de la oposición rusa), dos hijos, dicen que Alexéi Anatólievich Navalni, tenía buena salud y que murió en forma súbita. Su madre comentó: Estaba sano y contento de estar vivo.
Lillian Calm
Periodista
22-02-2024
BLOG: www.lilliancalm.com