Data de 1970: es la conferencia de prensa más surrealista a la que he asistido. Ya me había recibido de periodista y Salvador Allende, después de varios intentos, era el Presidente electo de Chile.
Atravesábamos un período extremadamente tenso: él había obtenido, por escaso margen, la primera mayoría en votación popular y me parece que por entonces ya había sido ratificado por el Congreso con la anuencia de la Democracia Cristiana, partido que aceptó suscribir un estatuto de garantías o pacto de caballeros para apoyar al candidato de la UP; pacto de caballeros que sería borrado de un plumazo por el gobierno de la Unidad Popular.
En ese interregno -postrimerías del mandato de Eduardo Frei Montalva y primeras actuaciones del Presidente electo-, Cristián Zegers, mi director (había sido profesor mío en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica y entonces dirigía la oficina en Santiago de El Sur, el principal diario de Concepción), me pauteó, como decimos los periodistas, una conferencia de prensa organizada solo para unos pocos medios por el comando electoral de la Unidad Popular. Lugar: la casa de Allende, en calle Guardia Vieja, comuna de Providencia.
Al llegar encontré a una quincena de periodistas, casi todos extranjeros. Los chilenos éramos dos o tres (yo estaba dando mis primeros pasos profesionales y, pienso ahora, quizás quisieron incorporar desde ese comando al medio regional, junto a los corresponsales que venían desde fuera).
Pero pasaban y pasaban los minutos y las medias horas y las horas, y la conferencia de prensa no comenzaba.
Esperábamos en el living de la casa, donde pude observar especialmente una valiosa colección de imaginería colonial.
Y desde el jardín, a través de un amplio ventanal, veíamos cómo, en el comedor, alrededor de una mesa, los más cercanos a Salvador Allende trazaban líneas. Entre ellos recuerdo, como si fuera hoy, al periodista Augusto Olivares, más conocido como el Perro Olivares. No se encontraba ahí, por supuesto, en su calidad de periodista, sino de militante del Partido Socialista, fundador de la revista Punto Final y asesor personal de Salvador Allende, quien luego lo nombraría director de Prensa de Televisión Nacional.
Punto Final era uno de los medios más politizados de la izquierda. Se caracterizaba entonces por una veta abiertamente revolucionaria y en una época, me atrevería a decir, fue de tendencia mirista.
Sigo con la conferencia de prensa.
Finalmente apareció Allende acompañado de sus más cercanos. Las asistentes mujeres éramos dos o tres; se fue directamente donde estaba yo, la más joven, para luego ir a saludar de mano a uno por uno. Me abrazó y mientras me tenía asida fuertemente sin soltarme, rodeándome con uno de sus brazos, me preguntó a qué medio representaba.
Le dije:
-Al diario El Sur de Concepción.
Recuerdo sus palabras (aún no me soltaba), como si me las repitiera hoy día:
-Fuera de aquí . Fuera de mi casa. Esa es una empresa capitalista, explotadora (para hacer mejor la composición de escena, es importante aclarar que yo tenía poco más de veinte años y que los periodistas extranjeros observaban la escena sonriendo, si bien incrédulos).
Y al mismo tiempo que me acercaba más hacia él, como para tranquilizarme me decía:
-No se lo digo a usted, compañera trabajadora. Se lo digo a su empresa.
Me parece que esta anécdota no necesita preámbulos ni colofones: el Presidente electo, incluso antes de asumir, lanzando dardos hacia los medios periodísticos.
Obviemos comentar el abrazo, pero hay algo que no puedo olvidar de ese momento: cómo la cercanía con él me hacía percibir que el almuerzo, sin duda, había sido bien regado.
Es primera vez que escribo sobre esto… aunque lo he relatado muchas veces.
Me parece que después de saludar uno a uno a los otros periodistas habló de la contingencia. Pero de eso ya no recuerdo absolutamente nada. Total, la memoria suele ser frágil para lo superfluo.
Lillian Calm
Periodista
07-09-2023
BLOG: www.lilliancalm.com