Hace unos tres meses se le preguntó directamente: ¿candidata presidencial? No lo negó, pero respondió algo así como… no estoy para hablar de presidenciales.
Porque hay quienes piensan catapultar a Camila Vallejo como sucesora de Boric y, si bien son muchos los factores que han herido en el ala a la ministra, a ratos se la ve resurgir cual ave fénix, como dirían los aficionados a los parangones.
Busco y copio: el ave fénix es conocido por ser esa criatura mítica que supuestamente renace de sus propias cenizas. Se asocia con la capacidad de resiliencia… habilidad para encontrar soluciones a situaciones adversas que les presenta la vida y, al igual que el ave fénix, renacen de las cenizas que les dejó ese problema.
Tengo que admitir que Camila Vallejo es digna de admiración. No por ella, por supuesto, ni menos por sus ideas y tácticas, que vienen a ser, aunque aggiornadas, las mismas de un Luis Corvalán, un Teitelboim o un Teillier. Pero, no se puede negar, ella suele resurgir en medio de los peores cataclismos. Incluso ha logrado mantenerse por lo menos algo al margen de la última escandalera (la de las fundaciones truchas, que ha afectado no solo la credibilidad del Presidente, sino de todo su Gobierno. Y, también, de sus adláteres).
Sin embargo hoy para mí el tema es otro: sectores del oficialismo, aunque lo nieguen, traían entre manos controlar los contenidos periodísticos en Chile, táctica que solo persiste en países de hoz y martillo.
Mientras el escándalo de Revolución Democrática cruzaba desbocadamente el país de norte a sur, desde La Moneda se montaba una Comisión contra la Desinformación.
Para resguardar a Camila en su Secretaría General de Gobierno (no creo en otras explicaciones) se empoderaba en su puesta en marcha al Ministerio de Ciencia y en vez de prensa se comenzó a hablar solo de plataformas digitales.
Casi paralelamente, en otro flanco, se investía al ministro de Justicia (¿qué tendrá que ver?) como vocero, eso sí junto a Camila, en el doloroso tema fundaciones truchas (así se evitaba, de paso, seguir desdiciendo al Presidente y a su ministra).
Con fecha 20 de junio, el Diario Oficial publicó la creación (el nombre es larguísimo) de una Comisión Asesora Ministerial del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, en breve Comisión Asesora Contra la Desinformación.
Supongo que la iniciativa de marras aterrizaba de esa forma para no tocar (al menos todavía y en forma explícita), a la prensa. Esta ha sido defendida con ardor por parte de periodistas consagrados, de los de tomo y lomo. Por esos que buscan la verdad (o la buscaban) y que incluso hacen de su profesión, su vida (no es un eufemismo).
Fue en medio de esas críticas que Camila Vallejo logró conformar, tras idas y venidas, una comisión de nueve académicos, para traspasarle esta vez a sus miembros el nuevo embrollo creado por el oficialismo. Y lo logró. Chapeau para Camila.
Desinformación, redes sociales y fake desembocaron, así, en la lupa de una comisión formada por nueve académicos, más comunicadores que periodistas (lo que denota una gran diferencia).
Siempre he sido una convencida de que en la vida es mejor estar que no estar en las causas. En otras palabras, se tiene que estar en todas las iniciativas posibles, salvo en una que otra. Y esta comisión es de esas que, para mí, llevan el estigma del salvo una que otra.
A simple vista… un logro del Partido Comunista.
Sí. La ministra Vallejo quería una comisión de académicos y ahí la tiene.
Y antes de que se me olvide, una interrogante final: ¿qué hace el Ministerio de Ciencia metido en la mitad? ¿O, más bien, casi a la cabeza? Se nos informa que prestará el apoyo administrativo para su adecuado funcionamiento y prestará, también, las dependencias.
No creo que en esta Tierra yo pueda obtener una respuesta satisfactoria a esa interrogante final y, lo que es en la vida eterna, preferiría estar ocupada con otras prioridades. Ergo: me quedo, para siempre, sin comprender.
Lillian Calm
Periodista
13-07-2023
BLOG: www.lilliancalm.com