LA DIPLOMACIA DEL PANDA

 

Lillian Calm escribe: “En los últimos días, a pesar del deterioro de la tensión mundial producida por la caída de un mortal misil en Polonia, se ha observado un acercamiento, quizás inadvertido por muchos, entre esa China grande, inexorable, misteriosa, y la pequeña isla de Taiwán, y ello tiene como causa directa la enfermedad de Tuan Tuan. ¿Quién es Tuan Tuan? No es un jerarca chino, pero casi. Es un oso panda y los osos panda en China son considerados un símbolo de su cultura milenaria. Y también de su misterio legendario”.

Mientras politólogos analizan en sesudas cumbres internacionales el devenir de nuestro futuro inmediato -futuro que hasta ahora suele terminar salvándose apenas por un tris-, el globo terráqueo ha mostrado en los últimos días su cara más humana. Y no por hombre alguno, sino por un animal. Porque aunque al oso panda se le considera con benevolencia extrema, digámoslo claramente, no deja de ser un animal.

El panorama es tensísimo: Rusia y Ucrania, ahora Polonia perteneciente a la OTAN, Corea del Norte y la del Sur, China y Taiwán…

Sin embargo, ¿vendrá el respiro desde este último anti-binomio?

El asunto se encrespó aún más desde que Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, aterrizó a principios de agosto en Taiwán. Entonces la otra China, la grande, amenazó con movimientos militares, y algo de eso hubo. Nada muy auspicioso podía traer, tampoco, la bilateral en Bali del lunes pasado entre Joe Biden y Xi Jinping.

En los últimos días, a pesar del deterioro de la tensión mundial producido por la caída de un mortal misil en Polonia, se ha observado un acercamiento, quizás inadvertido por muchos, entre esa China grande, inexorable, misteriosa, y la pequeña isla de Taiwán, y ello tiene como causa directa la enfermedad de Tuan Tuan.

¿Quién es Tuan Tuan? No es un jerarca chino, pero casi. Es un oso panda y los osos panda en China son considerados un símbolo de su cultura milenaria. Y también de su misterio legendario. Incluso llegué a leer por ahí: “Un regalo con la forma de este animal, te ayudará a poner equilibrio en la vida”.

No obstante aquí prefiero limitarme al equilibrio en la vida de los países, de los hemisferios, del mundo.

En diplomacia, China suele recurrir a sus escasos osos panda y regalarlos a los países (o a las autoridades) con las que quiere fomentar las buenas relaciones. Y es un regalo no solo exótico, sino que apreciadísimo. Quedan tan pocos.

Ahora, cuando en 2022 las relaciones internacionales una vez más no son nada de auspiciosas, un hecho ha distendido en algo la coyuntura.

Ya lo decíamos: Tuan Tuan se enfermó. Dejó de ser el cachorro que llegó como muestra de una distensión entre China y Taiwán en la primera década de este siglo, como regalo de Hu Jintao y prueba de cierto acercamiento. Y ello en ese momento tampoco estuvo ajeno a la polémica. La prensa de la época recuerda que un diputado taiwanés llegó a considerar al oso, un caballo de Troya enviado “para destruir nuestras defensas psicológicas”.

Pero Tuan Tuan se hizo a Taiwán y allá creció, vivió su madurez y ahora lo ha sorprendido una vejez para algunos algo prematura. Los síntomas hablan de una enfermedad neurológica o de un tumor, y en una misión de buena voluntad, inusitada para estos tiempos, veterinarios de la China comunista viajaron especialmente a Taiwán para trabajar codo a codo con los veterinarios de la isla.

Hoy Tuan Tuan parece agradecer unos cuidados paliativos resultado de esfuerzos bilaterales que lo han estabilizado, mientras que el mundo, por su parte, parece valorar esos cuidados paliativos, siempre que asimismo estabilicen nuestra precaria situación internacional.

Por lo demás, como aseguran analistas, esta situación en torno a Tuan Tuan, que podría ser y parecer solo anecdótica, es también un importante recordatorio de que la cultura china, a ambos lados del Estrecho de Taiwán, es la misma y en ambos lados la figura del panda es más que un símbolo de amistad externa. Es un imperecedero testimonio de las raíces que unen a los de allá y a los de acá.

 

Lillian Calm

Periodista

 

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