Lo que va quedando de lo que fue la Democracia Cristiana se decidió por el Apruebo, es decir, por aprobar en el plebiscito del 4 de septiembre la propuesta constitucional.
Con eso aprueba (esta redundancia es válida) el texto que consagra el aborto sin límites.
Y para refrendar su posición, el propio presidente de la colectividad manifestó: “Hay que ser demócratas hasta que duela”, pero respetar lo decidido por la mayoría (la decisión de su Junta Nacional).
Pienso que el “hasta que duela” les sonaba, pero tal vez ignoraban que la frase se atribuye al Padre Alberto Hurtado, a San Alberto Hurtado, que sin duda la dijo en un contexto muy diferente.
Sin embargo también estoy segura de que si se hiciera un concurso nacional y se le preguntara a los chilenos quién es hoy el presidente de la Democracia Cristiana habría que declarar ese concurso desierto. Son muy pocos quienes han oído siquiera el nombre de Felipe Delpin… a pesar de que, durante décadas, el presidente de la DC solía ser una persona gravitante en la esfera nacional. Y en algunos casos, me atrevería a agregar, incluso internacional.
Por su parte el nombre del partido se mantiene, pero ese nombre da lo mismo. El partido ya no es lo que era y en una colectividad que fue mayoría -y que llegó a la presidencia tres veces en la historia de Chile: con los dos Frei y Patricio Aylwin- sin duda lo importante son sus militantes. No su Junta.
Su origen -aunque algunos lo desconozcan- puede encontrarse en las encíclicas sociales. ¿Cuántas encíclicas habrán leído los militantes que suscribieron el Apruebo? Es una mera pregunta. Fueron esas encíclicas las que sirvieron de inspiración a los demócratacristianos de la primera hora, en su mayoría intelectuales y pensadores de fuste que se apoyaban en pilares sólidos como un Jacques Maritain.
En Chile su primera manifestación fue la Falange, formada por la juventud que se escindió del Partido Conservador en el año 1935. En 1936 adoptó el nombre de Falange Nacional y poco más de diez años después, en 1957, junto a otros grupos social cristianos formó la Democracia Cristiana.
Tiempo atrás, en otra columna, yo misma escribía (y me cito, sin escrúpulos): “…una buena pauta sería preguntarle a Jacques Maritain qué piensa sobre el actual partido. Eso sí, temo que al adentrarse en sus vaivenes, el filósofo francés, inspirador indiscutido, moriría nuevamente”.
Sin ánimo de remontarme a Maritain ni tampoco a los fundadores de la Falange, me remonto a los “Acuerdos del V Congreso Ideológico y Programático de la Democracia Cristiana”, realizado en el año 2007.
Se define como “un partido doctrinario e ideológico, que orienta sus acciones y principios y valores fundamentales” para luego aseverar que creen “en el sentido ético de la política”. Pero hay más. Al referirse a “nuestras fuentes filosóficas” señala el documento que fundan sus raíces “en la tradición del humanismo y la doctrina social cristiana que, desde fines del siglo XIX, denunció las injusticias del mundo moderno invitando a luchar por una nueva sociedad -distinta del liberalismo individualista y el socialismo marxista- a partir del mandato evangélico del amor al prójimo, expresado en los valores de la libertad, la justicia social y la solidaridad”.
Y… “todos nuestros esfuerzos y acciones deben considerar al ser humano como el fin y jamás como un medio para el logro de cualquier objetivo”.
Luego, bajo el subtítulo “Derecho a la vida”, se consignaba: “Reconocemos la naturaleza espiritual y trascendente del ser humano, concebimos la vida como una identidad continua desde la fecundación hasta la muerte natural. La libertad e igualdad en dignidad y derechos con que nacen todos los seres humanos es compartida por los seres humanos que están por nacer. Por eso, defendemos su vida. El aborto es una atentado al derecho a la vida de cada ser humano. Frente al llamado aborto terapéutico, postulamos que es innecesaria una legislación que abra las puertas a la definición desde el Estado acerca de cuáles seres humanos pueden existir y cuáles no”.
Más adelante leo: “Prevención del aborto”: “Una efectiva lucha en favor del derecho a la vida, junto a otras medidas, debe contemplar el fortalecimiento de la familia y de los programas de educación sexual…”.
Podría seguir pero me asalta de pronto una inquietud:
¿Conocerán quienes votaron por el Apruebo esos fundamentos programáticos? Porque lo que no me atrevo a preguntar es si sabrán quien era Jacques Maritain.
Lillian Calm
Periodista