Si hay algo que me entretiene y se me ha convertido casi en un hobby es desentrañar qué es fake y qué no es fake. Falso o no falso dirían don Miguel de Cervantes y la Real Academia de la Lengua; por eso, como estamos en Chile, preferiría dejarme de anglicanismos y usar, con ellos, una terminología criolla.
Sin embargo no me va a resultar del todo, porque el vocablo fake es demasiado elocuente y no se puede desechar así no más.
Soy una bala para distinguir lo falso de lo verdadero, pero que el otro día me caí medio a medio: pensé que una información era falsa y era absolutamente verdadera.
Retrocedo a la semana pasada. Tengo que reconocer que por primera vez en mis años de periodista no vi ni oí el mensaje presidencial, quizás ya algo cansada e intuyendo que iba a ser solo más de lo mismo. Pero me equivoqué por completo.
Tipo seis de la tarde, ya concluida la ceremonia ante el Congreso Pleno, leí que el Presidente había dicho en Valparaíso: “Pienso que ha llegado el tiempo del matrimonio igualitario en nuestro país”, y agregó que “pondremos urgencia al proyecto de ley que lleva años en el Congreso”.
Deduje sin darle mayor importancia: esto es un claro ejemplo de fakey las razones ya no pueden estar más a la vista:
Primero, porque me parece que el Presidente es un hombre culto y el concepto de matrimonio implica por definición e intrínsecamente una unión entre un hombre y una mujer, a pesar de todas las variantes que algunos hayan querido darle. Incluso a él le pertenecen frases como…
“No hay que confundir dos cosas que son distintas por su naturaleza. No debe haber discriminación, pero al mismo tiempo…(es necesario) respetar la esencia de una institución como el matrimonio que, desde siempre, ha tenido una esencia de conservación de la especie humana".
Segunda razón: pensé que todo se trataba de una fake news ya que aún me resuenan en los oídos palabras suyas, me parece que incluso pronunciadas en los debates pre eleccionarios o en otros momentos análogos, en que se ha confesado católico e incluso ha agregado que ante temas valóricos actuaría de acuerdo a esos principios.
Por eso cuando comprobé que esas palabras del mensaje realmente las había dicho, es decir, eran verdaderas y no cabían en el génerofake news, lo sentí realmente.
Pobre, pensé.
Él explicó que la vida lo había hecho cambiar de opinión. Espero que la vida vuelva a hacerlo cambiar de opinión.
Si bien conozco muy poco al Presidente -en una oportunidad lo entrevisté telefónicamente desde el diario, a la hora de cierre, sobre un tema que no recuerdo, y lo habré saludado en forma presencial un par de veces-, me dio pena por él y, por supuesto, muchísimo más por Chile.
Corolario: tengo que poner más ojo para discernir entre información falsa y verdadera, porque como suelen advertir los amantes de los refranes, las apariencias suelen engañarnos.
Lillian Calm
Periodista