NAPOLEÓN CONFINADO

 

Lillian Calm escribe: “El psiquiatra español Juan Antonio Vallejo-Nágera, conocidísimo no solo por su ciencia sino también por sus libros, en sus Perfiles Humanos se detiene in extenso en el confinamiento inglés (si puede decirse así) de Bonaparte. Y qué mejor que un psiquiatra para comprender los efectos traumáticos que puede dejar un confinamiento, con o sin pandemia”.

Cómo habría sido la conmemoración. Todas las galas de la república, y qué galas, se habrían desplegado para recordar ayer, 5 de mayo, el bicentenario de la muerte de Napoleón Bonaparte. Al estilo que solo saben hacerlo los franceses.

Aunque tal vez no, porque su memoria está siendo cada vez más polémica.

Quizás, para ser medidos, ha servido la pandemia.

Francia aún no culmina su desescalada. El Presidente Emmanuel Macron señaló a un medio periodístico que “a partir del 19 de mayo debemos redescubrir nuestro estilo de vida francés, sin dejar de ser prudentes y responsables”. En otras palabras, todavía no.

Ello por supuesto ha afectado el aniversario. Se han considerado actividades conmemorativas en Fontainebleau, en el propio París, en Vincennes, en Rueil-Malmaison (incluso una exposición relacionada con los vestidos de Josefina), en Yerres… en fin. ¿Podrán realizarse? Pero nada será lo mismo en tiempos de pandemia.

Napoleón lo entenderá. Él también estuvo confinado.

El psiquiatra español Juan Antonio Vallejo-Nágera, conocidísimo no solo por su ciencia sino también por sus libros, en sus Perfiles Humanos se detiene in extenso en el confinamiento inglés (si puede decirse así) de Bonaparte.

Y qué mejor que un psiquiatra para comprender los efectos traumáticos que puede dejar un confinamiento, con o sin pandemia.

Señala que después de su derrota en Waterloo, Napoleón prefirió entregarse a los ingleses “de cuyo futuro comportamiento hacia él se había hecho una imagen ilusoria, verdadero despego deliroide de la realidad”.

Relata que desde la isla de Aix el gran Napoleón observaba la Armada inglesa que bloqueaba la zona para impedirle la fuga. Entonces envió a un emisario al buque insignia para darle a conocer al capitán que se entregaría. Aquí el psiquiatra escritor relata detalles inimaginables: no lo liberaron pero desplegaron con él todas las atenciones que podían darse a un huésped de honor. Se adaptaron al horario francés de las comidas (distinto al británico) e intentaron (no sé con qué suerte) emular el estilo culinario galo.

Sigue el autor: “El emperador agradeció la cortesía y dijo: ‘Me conviene conocer las costumbres inglesas, pues posiblemente pase en Inglaterra el resto de mis días’”. En tanto los británicos lo tacharon de “incómodo huésped”.

La historia se conoce: se optó por el destierro en Santa Elena, donde Napoleón seguiría confinado. Ahí moriría también confinado hace exactamente ayer, 5 de mayo, dos siglos.

 

 

Lillian Calm

Periodista

06-05-2021

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