EL TRIUNFO DEL PARTIDO COMUNISTA Y COMPAÑÍA ILIMITADA

 

Lillian Calm escribe: “Pero ese éxito electoral comunista tiene una explicación: supieron trabajar bien, con hojas de cálculo en mano, a diferencia de la frivolidad de la centro izquierda, el centro, la centro derecha y la derecha. Hay que reconocerlo”.

Una primera lección: quedó clarísimo que no hay como los matinales televisivos para cosechar votos. Saber de Derecho Constitucional pareciera ser irrelevante si se trata de redactar una Carta Fundamental: apenas, un accidente.

Baste un sucinto repaso: no fueron elegidos constituyentes nombres como los de Patricio Zapata, Jorge Correa Sutil, Luis Alejandro Silva, Mariana Aylwin… Dominan el tema, pero quizás nunca han ido a matinales.

Otro punto: fuera de Revolución Democrática, uno de los grandes ganadores -y nada menos que de la emblemática Municipalidad de Santiago- resultó ser, aunque suene anacrónico, el Partido Comunista.

Es un partido, el Comunista de Chile, que está en condiciones de darle clases al de España, al de Italia, al de la Federación Rusa y… no me atrevería a asegurar si al de China, también severamente disciplinado, pues con un universo de 91.914.000 correligionarios en 2020 se le considera una de las mayores organizaciones políticas del mundo.  (Dejemos mejor entre paréntesis, por esta vez, a los de Cuba y Venezuela).

Pero ese éxito electoral comunista tiene una explicación: supieron trabajar bien, con hojas de cálculo en mano, a diferencia de la frivolidad de la centro izquierda, el centro, la centro derecha y la derecha. Hay que reconocerlo.

Veo a los comunistas chilenos inscribiéndose con tiempo y en abultados contingentes en Santiago Centro, por ejemplo, precisamente desde donde emigraron tantos antiguos electores que si bien votaban en ese distrito (repito, emblemático) se reinscribieron en Providencia, Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea… para no tener que “bajar al centro” ese día más de la cuenta.

Y los cálculos comunistas no fallaron.

Pero otro factor determinante en la derrota del oficialismo y del centro fue la denominada clase política (¿política?). Cuántos, por creer que así cosecharían votos para su bando y de paso para sí mismos, le hicieron en el Congreso el juego a la izquierda y, en medio de espectáculos circenses y siempre mediocres, aprobaron todos los retiros de fondos de las AFP que se les pusieran por delante, aunque no estuvieran de acuerdo con ellos.

Los comunistas no se movieron ni un centímetro de su línea. Captaron juventud, ordenaron sus fuerzas, distribuyeron a sus electores (repito: la alcaldía de Santiago fue una de las plazas premeditadamente apetecidas por ellos), y luego contaron alegremente sus votos.

Dudo que incluso próceres de sus filas, como Volodia Teitelboim o Luis Corvalán, o la más reciente Gladys Marín, hubieran obtenido el triunfo que hay que reconocerle a un diputado en apariencia más bien opaco como lo es su presidente, desde hace más de quince años, Guillermo Teillier.

Pero nada tienen de opacas sus declaraciones. Recordemos lo que dijo el mismo Teillier al diario La Tercera tras ese viernes rojo que se denomino el estallido de octubre de 2019:

“El Presidente debe levantar el Estado de Emergencia ahora porque el pueblo ya no le cree. Tengo la impresión de que el pueblo no le tiene miedo, no le tiene miedo a la represión. Y esto puede todavía ser peor entonces. Entonces, si él está renunciando a gobernar, porque gobernar significa acoger las demandas de la ciudadanía, que para eso lo eligieron Presidente, y se escuda tras los militares, si no tiene capacidad de gobernar, lo mejor sería que renunciara y llamara a nuevas elecciones ahora y que el pueblo, con el sentimiento que tiene hoy día, elija a un nuevo gobernante, incluso a nuevos parlamentarios. Esa es la situación. Estamos en un momento de crisis compleja y debe, insistimos, debe revertir el alza de los pasajes”.

Y el alza de pasajes inmediatamente se revirtió.

A continuación Teillier anunció que estaban trabajando en una acusación constitucional contra el Presidente de la República. Y apenas dos meses después, en una ceremonia en La Moneda con la consabida parafernalia, Piñera informaba que llamaría a un plebiscito nacional para que la ciudadanía decidiera si aprobaba o rechazaba la idea de redactar una nueva Constitución.

El resto de la historia es conocida. Lo que no tengo claro todavía es si estamos ante una especie de triunfo del marxismo o del llamado postmarxismo, como piensan algunos. Por mi parte me quedo con una frase del español Jesús Rivasés, publicada en el diario La Razón: “Karl Marx es de esos personajes más citados que leídos, y eso traza una línea difusa entre realidad y leyenda”.

Exactamente: pienso que en los votos de la última elección en Chile hubo mucho de leyenda… y demasiados electores que optaron más bien por la leyenda que por la realidad.


Lillian Calm

Periodista

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