LA REBELIÓN DE LAS MASAS

 


Lillian Calm escribe: Esta vez -no sé si se podrá, pero todo se puede si se hace con buena fe y en persecución de la verdad- se me vino a la cabeza una idea peregrina: escribir una columna, la mía, sobre otra columna, la última que Alfredo Gildemeister incluye en este proyecto editorial en línea y que por supuesto, como abeja, pega sus picotones. Es más analiza desde la perspectiva de la rebelión de las masas mucho de lo que viene ocurriendo en Chile desde hace más de un año y que nosotros por lo disparatado e irracional, ya ni siquiera somos capaces de analizar.

Que no se piense ni por un momento que le plagié el título de esta columna al filósofo y escritor español José Ortega y Gasset. No me habría atrevido. Se lo plagié a un abogado, periodista y profesor universitario peruano que escribe, a mi juicio, con conocimientos y sensatez (dos atributos básicos en periodismo) en La Abeja, medio virtual cuya trayectoria no es nueva y que procuro leer con asiduidad.

Esta vez -no sé si se podrá, pero todo se puede si se hace con buena fe y en persecución de la verdad- se me vino a la cabeza una idea peregrina: escribir una columna, la mía, sobre otra columna, la última que Alfredo Gildemeister incluye en ese proyecto editorial en línea y que por supuesto, como abeja, pega sus picotones. Es más analiza desde la perspectiva de la rebelión de las masas mucho de lo que viene ocurriendo en Chile desde hace más de un año y que nosotros por lo disparatado e irracional, ya ni siquiera somos capaces de analizar.

Leí la columna de este periodista peruano y la suscribo plenamente. Por eso aunque inicie aquí un nuevo género periodístico, me lanzo a escribir (o desfachatadamente a transcribir párrafos) en mi columna sobre su columna. Valgan todas las repeticiones habidas y por haber de la palabra “columna”.

Cito textualmente algunos de los párrafos del profesor Gildemeister:

“Lo acontecido en las últimas semanas en el Perú, y me refiero a la diversidad de marchas, protestas, violencias e incluso vandalismo, me hizo recordar obviamente las marchas violentas acontecidas no más de un año atrás, en diversas ciudades de Chile, así como en otros países de América Latina como Bolivia, Argentina o Colombia, y que continúan ocurriendo, al menos en Chile y ahora han comenzado a darse en el Perú. Sin embargo, en esta oportunidad las marchas de protesta, con el agregado de violencia y vandalismo, no son solo patrimonio de América Latina. Lo hemos visto hace algunos meses en Estados Unidos, e inclusive en la vieja Europa en países como Francia, Bélgica, Inglaterra y España, por solo mencionar algunas naciones europeas, con el agregado ocurrir quema de iglesias, destrucción e incendio de centros comerciales y de bienes públicos, etc.

 

“Hoy pareciera que el turno le tocó al Perú y -sin entrar al tema político- hemos podido apreciar cómo -y continua apreciándose- la masa de personas protestando mediante marchas, personas especialmente muy jóvenes, han ido siendo convocadas, organizadas y dirigidas, por no decir manipuladas y utilizadas, por diversos factores como ciertos grupos políticos de extrema izquierda o el propio gobierno saliente en crisis, con el apoyo de gran parte de los medios de comunicación, todo lo cual le ha dado vida a un nuevo poder en el Perú que se suma a los poderes ya existentes. En este caso ese nuevo poder es el de las masas.

 

“Todos estos acontecimientos recientemente vividos, me trajeron a la memoria un viejo libro de la biblioteca de mi padre que siempre él solía revisar. Se trata de La rebelión de las masas del filósofo español José Ortega y Gasset, obra publicada en 1937, en donde su primer capítulo comienza con esta frase, si bien aplicable a la Europa de finales de los años veinte, es perfectamente aplicable al Perú hoy: ‘Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública… de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social’. Como alguna vez lo comentara, es un hecho que hoy las masas dominan, opinan, nacen, crecen, consumen, aman, se reproducen y no desaparecen, sino que se transforman en otras masas que –del mismo modo- nacen, crecen, se reproducen y… se repite el mismo ciclo.

 

“Hoy las masas imponen su voluntad, imponen modas, costumbres, música, literatura, el ‘pensamiento único’ político, farándula, crímenes, etc. hacen desaparecer al individuo, a la persona. Es una masa abstracta, pero con cierta personalidad. Lo dominan todo. De esto los medios de comunicación y los gobernantes saben bastante. ¿Y eso por qué? Pues porque quien domine o manipule a las masas, tiene el poder. Eso ya lo sabían los grandes líderes en el mundo como César, Napoleón, Hitler e inclusive Gandhi. Las masas imponen su voluntad, a las buenas o a las malas. Imponen, por ejemplo, cierta programación en los medios de comunicación y de la televisión, por ejemplo, imponiendo una programación de acuerdo a lo que ella demanda: mediocridad, baja calidad o simplemente basura (farándula, morbo, erotismo, crímenes, etc.). Es lo que hoy se denomina “ rating”. Lo mismo ocurre en las encuestas sobre toda una diversidad de temas. Las masas imponen su opinión, puntos de vista, pareceres, gustos, etc.; y se piensa erradamente que, si lo dicen las masas, ergo, eso es bueno, ergo eso constituye una Verdad  sine qua non en el sentido pleno de la palabra. Es así que las masas imponen su ética o moral, es decir, señalan lo que es bueno y lo que es malo, lo que está bien y lo que está mal. Lo demás no existe”.

 

Y sigue Alfredo Gildemeister:

“Sin embargo, existe un pequeño detalle. Las masas por lo general se equivocan. Y así lo demuestra la historia de la humanidad en general. En el Perú, por ejemplo, las masas imponen su agenda política: “pseudonoticias”, desinformación, escándalos, acusaciones, sospechas, farándula, demagogias, intrigas, entretenimientos, etc. terminando muchos hechos delictivos en la impunidad o en el simple olvido, dejando espacio para otros escándalos cíclicos, los cuales siempre convienen a ciertos intereses incluyendo a los gobernantes de turno, perjudicando muchas veces inclusive ¡a las mismas masas!

“Lo que se impone es lo que le gusta a las masas y eso un gobernante lo sabe muy bien. Hay que dar a las masas lo que les gusta y lo que piden. “ Panis et circenses” decían los romanos, ¡Y vaya que los emperadores romanos sabían de masas! Las manejaban a la perfección con pan y circo...

 

“Las masas imponen su punto de vista y se aprovechan de la debilidad -y por qué no decir cobardía- de ciertos gobiernos...

“Las masas de alguna manera tienen vida propia, llegando inclusive a deponer o imponer presidentes, al igual que reyes y reinas en la Europa medieval y moderna. Definitivamente las masas como los huracanes – por diversas razones – nacen y crecen, se multiplican y se disuelven. Las masas son apasionadas, actúan, aman, odian, opinan, te aplauden hoy y mañana te destruyen. Los políticos bien lo saben. Lo que no hay que olvidar es que las masas las conforman personas, esto es, seres humanos que viven, sienten, tienen alma y corazón. De allí que un gobierno cuando se dirige a las masas, nunca debe olvidar que fundamentalmente se dirige a personas, a cada uno de los corazones de los seres humanos que conforman esa masa, la cual siempre estará dirigida, para bien o para mal, por sus propios cabecillas. Las masas nunca actúan solas, aunque así lo parezcan. Las masas son una realidad viviente. Concluyo con palabras de Ortega y Gasset, palabras que bien podrían aplicarse a lo que vivimos hoy en el Perú: ‘Esta crisis ha sobrevenido más de una vez en la historia. Su fisonomía y sus consecuencias son conocidas. También se conoce su nombre. Se llama la rebelión de las masas’. Cualquier parecido con la realidad… no es mera coincidencia, es la realidad… es la rebelión de las masas”.

Concluyo: sin duda esas palabras de Ortega y Gasset, y ¿por qué no también las de Alfredo Gildemeister?, no obedecen tampoco en Chile a una simple coincidencia. Y es por eso que en esta oportunidad escribo mi columna... desde otra columna.

 

 

Lillian Calm

Periodista

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