Espectacular me pareció hace ya unas semanas la portada de la revista Time. La sencillez aumentaba su atractivo. Sin duda, un ejemplo de periodismo y especialmente de diseño. Todo simple, sin artificios recargados ni menos aspavientos. Al medio, muy centrado, un enorme 2020 tachado por una gran equis en rojo. Y abajo, con letra muy pequeña, The worst year ever que se podría traducirse libremente como el peor año jamás vivido.
Qué razón le encontré, pero afortunadamente solo por algunos segundos, quizás minutos, a lo sumo durante una hora.
Entonces me pregunté:
¿Ha sido realmente el peor año de nuestra existencia? ¿Y de la existencia de quienes nos antecedieron?
No se puede negar: hubo muertes, enfermos graves con secuelas más graves aún, confinamiento tantas veces en espacios diminutos, patologías psiquiátricas, cesantía… y tantísimo más.
(No me voy a detener en Chile porque tendría que comenzar por lo que llaman estallido, el que algunos han procurado prolongar rigurosamente durante todos estos meses).
Sin embargo, ¿fue tan malo este año 2020?
Ya el solo plantear esta interrogante me puede costar caro, al menos en detractores. Pero, ¿podemos tachar así un año que no han sido solo doce meses más, sino que es ese período que nos ha hecho detenernos verdaderamente en medio de nuestra agitadísima vida para reflexionar?
Antes, ¿nos dejábamos un tiempo para pensar?
No quiero generalizar pero temo que una existencia vertiginosa y competitiva, sumada a tantas lacras, no solo no nos dejaba pensar sino que estaba impidiendo de un modo u otro que fuéramos más personas.
Para valorar la vida, la familia, el trabajo, nuestra libertad de ser y de vivir, a lo mejor era necesario que atravesáramos por este año 2020.
Tenemos tendencia a caminar por la vida con los pies muy hundidos en la tierra y esta realidad no siempre nos favorece. Es más, puede ser muy perjudicial.
Y es necesario, por el contrario, levantar un poquito la vista. Hay Alguien que misteriosamente (no sabemos por qué pero lo intuimos) permitió este año que todos queremos dejar atrás, que deseamos que no continúe en 2021… lo que de hecho es bien dudoso ya que las cifras y el comportamiento humano juegan en nuestra contra.
Pero también es bueno que al frenar sigamos preguntándonos:
¿Hacia dónde voy?
¿Para qué estoy en esta vida?
Lillian Calm
Periodista