El título de esta columna nada tiene que ver con Descartes y su “pienso, luego existo” o como quiera que se traduzca (hay distintas opiniones) su planteamiento filosófico “cogito ergo sum”. Lo que es yo, dudo y luego… sigo dudando de algo muchísimo más a ras de tierra.
Dudo de la falsificación de contenidos, ya no de cualquier información del momento sino también de textos de reconocidos autores. Estos son maquillados a voluntad de quien los altera con quizás qué objetivo oculto y luego procura hacerlos pasar por verídicos.
Hoy ya constituyen una verdadera plaga en el mundo de las tan mentadas redes sociales. O virtuales.
Hace un tiempo me referí a quienes incluso escriben relatos con olor a New Age y los hacen pasar (porque ya dan vueltas desde hace años en las redes) sucesivamente por creaciones de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. A este disparate prosístico pertenecen frases como “necesitamos santos con jeans y zapatillas” y otras locuciones apócrifas.
Ahora ha sido el turno no de la Santa Sede sino de la Real Academia de la Lengua. Hay que remontarse a 2010. Entonces la RAE acordó eliminar o reducir los acentos diacríticos, con lo que recomendaba dejar de usar tilde en la palabra "solo" cuando significara “solamente” y en los pronombres demostrativos (este, ese, aquel…).
Pero tiempo después incluso un diario español de gran tiraje puso incomprensiblemente en boca de un académico una declaración según la cual esta no había sido la mejor idea. Otros medios informativos lo siguieron y se llegó a titular: “La RAE pierde la batalla contra la tilde en las palabras ‘sólo’ y ‘éste’”. Pero estaba muy lejos de ser así.
En realidad el susodicho académico había admitido la resistencia que existía ante las nuevas propuestas, pero subrayó la necesidad de “aconsejar” la escritura de “solo” sin tilde y explicar con criterios científicos por qué no se debía acentuar. “En la ortografía no hay que adaptar posturas contundentes, sino tratar de reorientar los usos”, dijo. Esto habría dado pábulo para que casi por una década se creyera que la RAE había vuelto a acentuar “solo” y “este”, mientras hubo quienes llegaron a hablar de la derrota de la RAE.
La disyuntiva, según se ha informado, se aclaró recientemente (porque al parecer la RAE no se rebaja a entrar en polémicas), cuando una usuaria preguntó virtualmente a la Real Academia si era verdad que el adverbio “solo” (solamente) y el pronombre “este”, ahora pueden llevar, nuevamente, tilde.
La Academia, con sede en Madrid, respondió:
“No hay cambios. Los pronombres demostrativos pueden tildarse si pueden interpretarse también como determinantes; el adverbio ‘solo’, si puede considerarse adjetivo. Si no son ambiguos, no está justificada la tilde. Se recomienda no tildarlos nunca”.
Pero casi en los mismos días en que conocí la aclaración recibí un WhatsApp que si bien nada tiene que ver con lo anterior, sí tiene que ver. Al menos, con la falsedad y la falsificación, lacras que no entiendo bien cuál es el fin que persiguen. Y no lo recibí de uno sino de varios remitentes... que alababan su prosa tan actual en momentos de pandemia.
Se trata de un extracto del libro de C.S. Lewis conocido en su traducción castellana como “Cartas del diablo a su sobrino”. Desde un principio me llamó la atención el diálogo entre tío y sobrino, ya que su forma es un conjunto de cartas.
El WhatsApp de marras incluye el siguiente diálogo:
- ¿Y cómo lograste llevar tantas almas al infierno en aquella época?
- Por el miedo.
- Ah, sí. Excelente estrategia; vieja y siempre actual. ¿Pero de qué tenían miedo? ¿Miedo a ser torturados? ¿Miedo a la guerra? ¿Al hambre?
- No. Miedo a enfermarse.
- ¿Pero entonces nadie más se enfermaba en esa época?
- Sí, se enfermaban.
Y más adelante para ponerse más a tono aún con nuestros tiempos continuaba:
-¡Y aún así se lo creían todo!, su libertad (no salían de la casa, no caminaban, no visitaban a sus parientes...¡Era un gran campo de concentración para prisioneros voluntarios! ¡Jajajajajaja!). Aceptaron todo, todo, siempre y cuando pudieran prolongar sus vidas miserables un día más. Ya no tenían la más mínima idea de que Él, y solo Él, es quién da la vida y la termina. Fue así. Tan fácil como nunca había sido….
Nada de esto lo escribió Lewis sino (no quiero usar la palabra ocioso porque es muy suave) un impostor que más allá de carecer de todo respeto por la creación literaria, vulgariza con una pésima prosa el nombre de un gran escritor como lo es Clive Staples Lewis.
Por todo esto y mucho más estoy convencida de que mi máxima es cada día más válida, pero no en materia de fe sino de redes sociales: dudo y luego… sigo dudando.
Lillian Calm
Periodista